“Licen (diminutivo de licenciada), su paciente sigue aquí porque no hay pantalones para que se vaya”, increpa la enfermera responsable del tercer piso del Viedma a la visitadora social.
El paciente registrado como “NN” (sin nombre) fue dado de alta hace quince días, pero el trámite de condonación de su cuenta, al tratarse de una persona en situación de calle, demoró hasta el lunes pasado.
La situación de estos pacientes es la más conmovedora, dicen la enfermera Gladys Romero y la visitadora social Mery Fernández.
Muchas veces se trata de personas indigentes y de víctimas de accidentes de tránsito cuya identidad se desconoce. Tampoco cuentan con familiares que puedan responsabilizarse de su cuidado, ni del pago de los honorarios médicos.
En algunos casos, estas personas que han sido dadas de alta no tienen ropa para dejar el hospital. Esa tarea también ha sido asumida por las funcionarias del área de Trabajo Social.
LOS CASOS El abandono de los familiares se da por periodos prolongados. Muchos demoran meses en recoger a los pacientes.
Cristhian Zurita, por ejemplo, permanece en la sala del hospital desde el primero de febrero y fue dado de alta hace más de un mes. Su madre vendrá por él, pero no se sabe cuándo. El llega desde San Matías, frontera con el Brasil, para ser curado por la úlcera que le ocasiona su parálisis.
QUEMADO Las salas del Viedma son testigos mudos de historias dramáticas.
En la pieza 254 descansa Gaspar Zurita. El hombre de 46 años ocupa la cama número cinco hace un año.
Se quemó el lado izquierdo de su cuerpo con agua hirviendo al fabricar chicha. Fue atendido en el hospital de Punata y posteriormente fue referido a la ciudad. Lleva puesta una bata que deja a la intemperie sus heridas, todavía abiertas, a pesar del tiempo transcurrido.
No sabe cuándo será dado de alta y su angustia crece al pensar en la cuenta que tendrá que cancelar por su larga permanencia en el centro médico.
En los 12 meses de internación fue sometido a varias cirugías, muchas de ellas para injertarle nueva piel. Las curaciones son constantes y tan dolorosas que debe ser anestesiado para soportar los procedimientos.
Según Fernández, la cuenta del comunario ascenderá los 100 mil bolivianos. Convocó a la población a realizar sus aportes solidarios en la oficina de Trabajo Social.
A Gaspar se le suma la preocupación por su terreno en su comunidad, Nasa Khara, en Villa Rivero, pues sus paisanos comenzaron a multarlo por no participar en las faenas comunitarias.
Su esposa debe presentar periódicamente una certificación que acredita la permanencia del padre de familia en hospital. Para sostener a su familia la mujer ahora se dedica al comercio.
El abandono persigue a las personas de la tercera edad
Antonio Sejas fue internado hace un mes en el hospital Viedma porque sufría el síndrome del anciano abandonado. Estaba desnutrido y presentaba un malestar general.
El hombre de 88 años fue derivado al hospital por el personal de la Unidad del Adulto Mayor de la comuna Alejo Calatayud, de la zona sur de la ciudad.
Tras dos semanas de internación, fue dado de alta, pero permaneció en el Viedma 15 días más, hasta el martes pasado, porque ninguno de sus parientes lo fue a buscar.
La trabajadora social del centro de referencia, Mary Fernández, asegura que sus familiares nunca le visitaron, ni se ocuparon de él. Las veces que ella los llamó, le colgaron el teléfono y finalmente dejaron de contestar.
Fue un drama porque el anciano, al tener hijos, no podía ser recibido en el centro del adulto mayor de Calamarca.
Fernández averiguó la dirección del paciente, le consiguió una muda de ropa y se embarcó junto a él hasta la zona de Santa Vera Cruz. El corazón se le estrujó al dejarlo en su pequeña casucha, dice.
La profesional lamentó que este tipo de historias se repitan continuamente.
Algunas veces hay cuentas por pagar porque muchos estudios no son cubiertos por el Seguro Integral de Salud (SIS). Al final se llega a la condonación porque nadie se responsabiliza.
Los parientes “se esconden” por temor a la deuda.
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martes, 9 de junio de 2015
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