lunes, 9 de marzo de 2015

Caballos que sanan a niños


Son las 10 de la mañana, el clima es templado en Quillacollo. Un sol radiante y una temperatura de 25 grados permiten aligerar el esfuerzo físico de aquellas madres y padres que deben caminar más de tres cuadras, desde la parada del trufi y con sus hijos en brazos, para llegar al “Centro Ecuestre Tunari”, especializado en equinoterapia.

Otros niños caminan las tres cuadras junto a su acompañante. Avanzan lentamente y con mucha dificultad, por las irregularidades que presenta el camino de tierra y sus propias limitaciones físicas; pero como saben hacia donde se dirigen, los pequeños apresuran el paso para llegar pronto.

Ya sentados en el pasto verde bajo la sombra fresca de la frondosa arboleda que existe a lado del picadero, cada uno de los niños comienza a familiarizarse con el lugar y sus ojos se iluminan, más cuando observan la llegada de los caballos junto a los voluntarios.

Es que sin darse cuenta, esos animales de cuatro patas, son la terapia que necesitan para enfrentar los obstáculos que tienen en su vida.

Jorgito es un niño de 9 años con parálisis cerebral, secuela de un cuadro elevado de bilirrubina que padeció al nacer. Este es uno de los alumnos más puntuales y que llega deseoso de montar.

Él no sabe contar, tampoco tiene motricidad fina; pero ahí, como puede y entiende comienza a levantar sus manitos, a saltar, a caminar entre obstáculos, elongar y coordinar sus movimientos, junto a sus otros compañeros.

Jackeline Álvarez, propietaria y directora del “Centro Ecuestre Tunari”, comenta que los niños realizan una sesión previa de calentamiento antes de subirlos sobre el caballo, porque ya encima del animal les cuesta desenvolverse y demoran en realizar los ejercicios.

Después llega el ansiado momento del encuentro de Jorgito con “Pinina”, el caballo de monta, quien reconoce a su compañero y lo deja subir. Quién diría que este es el mismo niño que llegó al centro ecuestre cargado en el aguayo de su madre y que parecía que nunca podría caminar, debido a la atrofia de sus músculos por la falta de fisioterapia.

Hoy en día es otra la historia, porque el niño camina, aunque no a la perfección, trata de desenvolverse, cumpliendo el anhelo de su madre, que dejó todo de lado para ofrecer a su hijo todas las terapias necesarias para mejorar su calidad de vida.

Jorgito no puede hablar, pero sus ojos expresan más que mil palabras. Tienen un brillo especial cuando acaricia el lomo del animal y a veces se acerca para darle un beso. Al cabalgar Jorge y Pinina fusionan sus almas y disfrutan juntos de una breve cabalgata.

terapia de ayuda

Jackeline Álvarez comenzó a interesarse en el tema cuando sus hijas menores demostraron preferencia por la equitación. Sin embargo, el costo de la acción de un club para practicar hipismo era elevado; por lo que, al contar con un terreno grande en Quillacollo, optó por organizar y crear su propio centro ecuestre.

Es así que, al compartir día a día con estos animales, Álvarez se dio cuenta de lo especial que eran al entrar en contacto con los humanos; eso la llevó a recabar información de lo que era la equinoterapia, ciencia que emplea a los caballos en la rehabilitación física y emocional de distintos tipos de pacientes.

Algunos caballos son entrenados para este fin, porque cuando el animal camina lo hace de forma tridimensional, siendo su movimiento similar al del ser humano y transmitiendo más de 110 vibraciones por minuto a su jinete. Es decir, que con las ondulaciones rítmicas del caballo se estimula la parte física y neurológica de todo el cuerpo.

el despertar de la ilusión

La familia Álvarez comenzó a acondicionar su hogar de Quillacollo, para que funcione como un pequeño centro ecuestre; es así como en 2003 nace el “Centro Ecuestre Tunari”, con tres caballos.

Luego de investigar sobre la equinoterapia, Jacqueline Álvarez viajó a la Argentina para realizar cursos de formación en este campo. Posteriormente se fue a los Estados Unidos. Ambos lugares le brindaron la información necesaria para intentar replicar esos conocimientos y esa experiencia en el país.

Recién en 2005 nace el proyecto de equinoterapia como tal y a partir de entonces ella se convirtió en una de las primeras equinoterapeutas del departamento.

Al iniciar esta nueva fase del proyecto y con la captación de pacientes se dio cuenta que si bien existían personas que podían pagar por sus servicios, existían otras que no, por lo que decidió comenzar a buscar canales de apoyo para la gente de escasos recursos.

Actualmente, el centro de equinoterapia cuenta con cinco caballos adiestrados y especializados en el trabajo con niños, los cuales fueron seleccionados de acuerdo a su docilidad, serenidad al andar, confiabilidad; precisamente aquellos que pueden responder a las indicaciones de la equinoterapeuta.

“Los cinco caballos se turnan día por medio. Es por eso que no se llegan a aburrir y están predispuestos a trabajar con los niños”, asegura Jacqueline Álvarez.

Estos caballos trabajan algo más de 30 minutos con cada uno de los niños en el picadero. El paseo se realiza a galope lento, para que en ese momento la equinoterapeuta les haga practicar algunos ejercicios que serán beneficiosos para su rehabilitación.

mejor calidad de vida

Este centro no tiene muchos años de experiencia, pero los resultados están a simple vista. Algunos niños han demostrado logros importantes, como el caso de Jorgito y el de Jaime Vargas, padre de Jhamel de 12 años de edad, quien asegura que su niño era bastante inquieto y además travieso rompiendo todo lo que podía, pero desde que inició el contacto con el animal está mucho más sereno y además ya no está dañando las cosas.

Pero no todos los participantes son varones, también hay algunos niñas, como Pamela Vera, de 9 años, quien luego de ingresar a este centro ecuestre comenzó a estar más segura y no depen- der de nadie para desenvolverse.

“Ella dejó de lado su miedo a los animales y está mucho más segura. Mi hija creó un vínculo especial con ‘Coco’, cuyo nombre real es Máximo, pero como la niña no puede pronunciar bien le cambió el nombre, y solo se monta en él”, asegura Alicia Rocha de Vera.

De igual manera, Alberto Zurita Cáceres, de 28 años, llegó a este centro de equinoterapia y éste se convirtió en su refugio y apoyo; puesto que se siente comprendido y en familia junto a sus amigos y su caballo.

voluntarios DE CORAZÓN

Este es uno de los trabajos donde prima el servicio y el amor que se siente hacia el prójimo, es así como el Centro Ecuestre Tunari recibe voluntarios de diferentes partes del mundo, quienes llegan colmados de amor y deseos de trabajar por los niños, como es el caso de Oliver Moreno, español que llegó para quedarse un par de meses y ya está duplicando el tiempo de su estadía.

“Venimos de países donde lo más valioso que uno tiene es su tiempo y nosotros queremos donarlo a estos niños, que poco a poco están dando muestras de mejoría”, asegura Oliver Moreno.

Asimismo Luisa Sutton, de Inglaterra, llegó hace seis semanas y en estos días retorna a su país; ella asegura que se va con la sensación de haber colaborado de gran manera al cambio de vida de estos niños.

FEria del caballo

Una manera de apoyar a esta gente de escasos recursos es buscar la manera de generar recursos propios para seguir con el proyecto de equinoterapia; es así que Jackeline Álvarez decidió organizar la primera Feria del Caballo, que se realizará hoy domingo a partir a las 10:00 de la mañana.

Es una oportunidad para que los niños puedan disfrutar y participar de diferentes juegos, de la exhibición de caballos, paseos a caballo y carroza, visita al aviario y a la granja de animales, además de degustar exquisitos platos criollos y música en vivo. Esta es la manera de apoyar a los niños que requieren de servicios alternativos para lograr una vida mejor.


1 comentario:

  1. hola mira quisiera saber si esta quinoterapia puede hacer que hablen los niños por que la verdad me interesa demaciado

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