miércoles, 18 de marzo de 2015

Cochabamba La difícil lucha contra la muerte en la sala de infectología

Al cruzar el portón de ingreso del hospital Viedma una sensación de frío atraviesa por todo el cuerpo. Ni la imagen de San Juan de Dios, colocado en su altar de la sala de recepción, calma la inquietud causada por los gemidos de los enfermos, muchos de ellos en estado terminal.

Abandono, pobreza y carencia son las palabras que pueden describir a la Unidad de Infectología del Viedma, donde son atendidos los pacientes con enfermedades altamente transmisibles y contagiosas. La mayoría, personas con sida y tuberculosis.

El antiguo caserón, que parece anclado en el pasado, se encuentra al medio de los modernos edificios de la Facultad de Medicina de la Universidad Mayor de San Simón y del Hospital del Niño Manuel Ascencio Villarroel.

Sus muros altos de adobe, los pisos de azulejo y las camas de fierro, nos trasladan, por un momento, a principios del siglo XX.

LLENAS DE INQUILINOS Todas las habitaciones están llenas. La pieza 6 está ocupada por un hombre que tiene cerca de 45 años. Su cuadro es grave, padece sida y es víctima de enfermedades oportunistas como la tuberculosis y una infección en el hígado.

Su respiración forzada y sus gemidos es lo que se escucha hasta la recepción, donde otros enfermos aguardan una consulta.

DIFICULTADES Uno de los principales problemas es la falta de espacio. Cada cuarto tiene dos camas, pero muchas veces solo utilizan una por el alto grado de contagio. Por ejemplo, un hombre con tuberculosis multidrogoresistente (pacientes que no cumplieron con su tratamiento y se complica su enfermedad) permanece solo en la pieza 12. Es un paciente terminal.

En ocasiones el personal de salud se ha visto obligado a usar la sala de aislamiento, habilitada durante la propagación de la gripe H1N1, para internar temporalmente a los pacientes que esperan un espacio.

LABOR SACRIFICADA “No abastecen las manos porque el trabajo es sacrificado”, asegura una de las 8 enfermeras que atiende a los cerca de 20 pacientes de Infectología.

Cada dos horas los mueven de posición para que no se formen abscesos (lesiones) en su cuerpo. Les cambian de pañal ya sea los de tela, que fueron costurados con las sábanas viejas, o los desechables. La ropa de cama también debe ser cambiada, por lo menos dos veces al día.

Muchos son alimentados mediante sondas.

Los catres están viejos y oxidados, no pueden regularse, se usan banquitos para que los pacientes alcancen el piso y bajen de la cama.

Los colchones están partidos, las sábanas y las batas lucen desgastadas.

Hay una sola camilla, que sirve para trasladar tanto a los fallecidos como a los que necesitan de una cirugía.

Las goteras en el techo se hacen visibles porque el agua de la lluvia ha arruinado la pintura.

Sin embargo, es un centro de referencia en el ámbito nacional.

“Tengo miedo de morir por el VIH y voy a cumplir con el tratamiento”

¿Será que ya puedo tomar mis medicinas? pregunta ansioso el joven internado por segunda vez en la Unidad de Infectología del hospital Viedma.

Tiene 18 años y en junio de 2014, cuando aún tenía 17, fue notificado con un diagnóstico positivo del Virus de Inmunodeficiencia Humana (VIH).

Reconoce que abandonó su tratamiento y quiere retomarlo pues tiene miedo de morir.

Luce delgado, pálido y de tiempo en tiempo sale de su pieza hasta el pasillo arrastrando el suero que recibe desde el pasado jueves cuando sufrió una intensa fiebre y fue trasladado de emergencia al centro.

“En mi casa solo sabe mi mamá, pero en el colegio nadie” cuenta refiriéndose a lo difícil que es vivir con el VIH.

El paciente es uno de los 8 portadores que recibe atención en Infectología, los demás padecen úlceras decúbito (heridas en la piel), tuberculosis y pie diabético.

Durante la gestión pasada, de los 230 internados, 145 fueron por VIH. Ahora son 13 de los 46.

La atención de personas con abscesos (úlcera decúbito) a causa de la parálisis de su cuerpo es otro mal. Muchas veces son grandes heridas que son curadas hasta en tres meses, dice la jefa de Infectología, María del Rosario Castro.

Explica que se trata de un arduo trabajo del personal en el que, pese a las limitaciones, se cumplen todas las normas de bioseguridad.

Muchas veces deben acudir a las donaciones para contar con los insumos necesarios para el personal de salud.

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