Una segunda oportunidad de vida fue la que le dio el trasplante de riñón a Javier Pol Aramayo, quién hace 18 años recibió el órgano de su hermano para abandonar las hemodiálisis.
De manera lenta, su riñón fue dañándose a lo largo de su adolescencia y adultez.
“No sabía lo grave que podía ser no cuidar mi salud y entender las recomendaciones médicas”.
A sus 13 años le diagnosticaron diabetes tipo 1, que es la que afecta a los niños y adolescentes.
Reconoce que en ese tiempo trató la enfermedad con insulina, pero dejó de lado la dieta especial que debía cumplir.
A los 28 años, cuando ya vivía 15 con diabetes, su riñón comenzó a darle los primeros signos de la enfermedad crónica renal y a cobrar todos los malos hábitos alimenticios que tuvo en su adolescencia.
“Me fatigaba todo el tiempo, me hinchaba y no podía hacer nada, me llevaron nuevamente al médico y descubrimos que la diabetes había desarrollado la insuficiencia en mi riñón”.
Fue así que desde el año 1998 Javier comenzó a vivir atado a una máquina, con todas las implicaciones que ello trae a la vida de un enfermo renal.
Tuvo que dejar de lado su trabajo y sus actividades cotidianas.
Se olvidó de hacer deporte porque el catéter que tenía en su cuerpo no le permitía hacer movimientos bruscos, ni agitarse.
Recuerda que fue una de las épocas más duras de su vida. Pero, no se dejó vencer por la enfermedad y buscó la alternativa para volver a tener una vida relativamente normal.
Su hermano, seis años menor que él, fue quién le donó su riñón.
Los estudios de compatibilidad dieron positivo y tres días después de que nació su primogénita, Javier tenía un nuevo riñón en el cuerpo.
“Mi hija tiene el mismo tiempo que mi riñón, volví a nacer hace 18 años”.
ALTO COSTO
La operación fue realizada en ese entonces en el Centro Médico Quirúrgico Boliviano Belga por el cirujano Silvestre Arze.
Ese año, el Gobierno todavía no contaba con un programa gratuito para este tipo de atenciones y tratamientos y su familia tuvo que vender un terreno para poder cubrir la cirugía.
El costo aproximado de la intervención fue de 40 mil dólares aproximadamente.
Cuenta que la operación fue exitosa y hasta la actualidad él y su hermano conservan un buen estado de salud tomando en cuenta las consideraciones de sus médicos.
“Para mí fue una segunda oportunidad de vida. Nadie merece estar atado a una máquina, es muy duro”.
MEDICACIÓN
Pasada la cirugía, una de las partes más difíciles para Javier fue el poder cubrir la medicación.
Tras ser operado asumió que no podía quedarse de brazos cruzados con la costosa medicación que debía cubrir cada mes.
Renunció a su trabajo en una empresa telefónica de la ciudad y decidió emprender vuelo a Pando, donde encontró trabajo en la Gobernación.
Lo único que a él le importaba, en ese entonces, era contar con un seguro social que pudiera pagar por los fármacos que necesitaba.
Para poder mantenerse en buen estado debía consumir un bote de medicamentos al mes que tenían un costo de 300 dólares.
Con el seguro de la Caja Nacional de Salud pudo quitarse esa carga de encima y despreocuparse por los medicamentos que eran esenciales para su vida.
Javier vivía entre Cochabamba y Cobija, pero hace poco pudo obtener la jubilación por salud y ahora se dedica enteramente a cuidar de su estado y su familia.
Los cuidados que más tiene ahora son el control de su presión arterial y debe consumir entre tres a cuatro litros de agua cada día. Sus medicamentos son de por vida.
Al mismo tiempo, la diabetes que le generó la enfermedad también debe ser controlada.
Comer un postre o un chocolate para Javier no es tarea fácil porque debe evitar complicaciones con la afección de base.
Otro de los cuidados que tiene con su alimentación es la sal. Su consumo es mínimo para evitar que su presión suba.
Asegura que para mantener un equilibrio debe cumplir con ciertas recomendaciones médicas, ya que no quiere deteriorar el riñón que su hermano le donó y empeorar su salud.
Recuerda que la enfermedad renal crónica es una afección que puede aparecer en cualquier momento si no se cumplen con los cuidados con enfermedades de base como la diabetes y la hipertensión arterial.
En su caso, señala que no hay antecedentes de diabetes en su familia y que los médicos estiman que fue una infección y la mala alimentación que ocasionaron el daño y le provocaron la afección de base.
Cuidados
“Cuando como algo dulce se que tengo que hacer algunos esfuerzos que me permita, compensar eso. Por esto, todos los días tengo una rutina de actividades físicas que no pongan en desequilíbrio mi salud, mi alimentación es algo que debo cuidar mucho”.
Nueva operación
Feliz y lúcido es como se ve Javier Pol Aramayo pese a que el riñón trasplantado tiene en su cuerpo 18 años.
Los cuidados con su salud han permitido que tenga una buena calidad de vida y es así como se quiere conservar el mayor tiempo posible,
Por el momento, sus médicos no le han planteado la necesidad de un nuevo trasplante por el buen estado en el que todavía se encuentra el que lleva en el cuerpo.
Pese a ello Javier está listo para una nueva cirugía que le permita continuar viviendo sin la necesidad de una diálisis, tratamiento al que no quiere retornar.
Mencionó que otro de sus hermanos será el que le donará el riñón para continuar viviendo por lo menos unos 25 a 30 años más.
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domingo, 26 de marzo de 2017
Javier vive 18 años con el riñón de su hermano
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