lunes, 29 de diciembre de 2014

Hospital General de Oruro improvisa atención a pacientes

El Hospital General San Juan de Dios de Oruro es un nosocomio improvisado, donde los enfermos y las enfermas tienen que ser atendidos al lado de una cocina, mientras que los médicos prefieren conseguir nuevas opciones de trabajo, en vez de vivir el hacinamiento.

“La molestia fue total” afirmó el secretario general del Sindicato de Ramas Médicas en Salud Pública (Sirmes), Víctor Aráoz, al referirse a las condiciones en que se encuentra el hospital, desde el ingreso por una puerta lateral hacia el patio y después hacia los salones donde se encuentran los enfermos.

Hace tiempo se formaron comisiones para evaluar el trabajo y la infraestructura del nosocomio, pero desde entonces, “nada ha cambiado y por el contrario, se sigue deteriorando el edificio que data de hace más de cien años y que ni siquiera ha merecido una refacción”.

Las obras nuevas que se construyen avanzan lentamente. Uno o dos albañiles no pueden hacer más que colocar algunos ladrillos con cemento, mientras que la gente, los enfermos y los familiares, pasan y repasan por esos lugares, sin ninguna protección.

“No se está cumpliendo nada de los avances comprometidos. Existen personas responsables determinados en un trabajo, pero no cumplen en resolver esos problemas que se tienen en el Hospital General”, dijo Aráoz.

Agregó que, en vez de solucionar los problemas de hacinamiento, no hay ningún interés de parte de las autoridades de la Gobernación y de la Alcaldía Municipal.

Como consecuencia del hacinamiento, los médicos prefieren buscar otras fuentes de trabajo, porque no existe una autoridad para atender en forma inmediata todos los problemas y demandas del nosocomio, a pesar de haberse organizado comisiones de evaluación y de trabajo.

La sala de mujeres está improvisada. Las pacientes están lado a lado y cuando se tiene que colocar una inyección, se debe utilizar una cortina para que las enfermeras realicen su trabajo. Al lado están las cocinas, los vasos, calderas, ollas y garrafas, separadas de las salas sólo por una cortina de tela deteriorada.

El gobernador Santos Tito y la alcaldesa Rossío Pimentel se comprometieron a mejorar las condiciones de trabajo de los médicos y enfermeras pero, hasta la fecha, no hay resultados.

El edificio antiguo, que tiene enormes rajaduras y hundimientos, sigue sirviendo para que algunos médicos, bajo el riesgo de su vida, sigan atendiendo a algunos pacientes, aunque otros médicos prefieren caminar por los pasillos, en el patio, para cuidar la vida.

En la planta de ese mismo edificio, los enfermos y los familiares tienen que hacer fila para comprar una ficha. Las filas empiezan a partir de las 5.00 horas. Después de esperar tres horas, la encargada de la ventanilla les dice a los enfermos que determinada especialidad “no existe” y “tiene que ir a un centro médico particular”.

Los enfermos protestan, al igual que sus familiares, porque “esperan varias horas y no hay médicos de las especialidades que una persona requiere”.

Los problemas se plantearon también al director del Servicio Departamental de Salud y a la Defensoría del Pueblo, pero tampoco hay resultados. No hay especialistas. Los médicos prefieren buscar otras fuentes de trabajo, en mejores condiciones, confirmó Aráoz.

Durante la época de lluvias, trasladar un enfermo a un quirófano es una odisea, porque no hay paraguas. Las puertas están cayéndose. Algunas ni siquiera se pueden abrir. El Hospital General de Oruro es un local improvisado para la época de la Guerra del Chaco, donde todos los enfermos se miraban y se contaban las dolencias.

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