miércoles, 28 de diciembre de 2016

El Pacheco, ida y vuelta: Historias de extravíos, abandonos y reencuentros



El 75 por ciento de los internados en el Instituto Psiquiátrico “Gregorio Pacheco” están completamente abandonados por familiares y amigos. De un total de 370 pacientes, 210 son institucionalizados. Uno, R.F., vive hace 68 años en este lugar; otra, C.N., 63; y el señor A.M., de Tarija, 61. Ellos, como la inmensa mayoría, no reciben visitas de nadie. Pero un día todo puede ser diferente…

En Bolivia hay centros de salud mental también en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, en algunos casos públicos y en otros privados. Tanto en la sede del Gobierno como en la Llajta están a cargo de la orden religiosa San Juan de Dios, igual que en Sucre; trabajan en conjunto con personal del SEDES y tienen co-responsabilidad administrativa. Además, el hospital Bracamonte de Potosí cuenta con una unidad de psiquiatría.

Pero, según la explicación ofrecida a ECOS por la psiquiatra Cinthya Choque y las trabajadoras sociales Silvia Zamora Romero y Elizabeth Villagómez, al no haber una política regionalizada que disponga que los pacientes se internen en sus respectivos departamentos, y al ser esta una institución en salud mental de referencia nacional, el Pacheco recibe personas de todo el país.

“Es una tradición traerlos al psiquiátrico de Sucre, hasta hace unos años era el único”, complementa Choque, quien es directora médica de este antiguo instituto fundado en 1884 por el expresidente Gregorio Pacheco. El manicomio ubicado en la plaza Aniceto Arce tiene 132 años de existencia.

Tres grandes sorpresas

En el área de Trabajo Social acaban de registrarse unos curiosos hallazgos que traen esperanza a un sitio en el que campea la resignación: los familiares de tres pacientes no sabían que ellos estaban internados en el psiquiátrico de Sucre y los volvieron a ver después de muchos años. Su reencuentro fue sumamente emotivo.

“La característica de las patologías de muchos enfermos mentales hace que se desorienten y se pierdan”, explica la doctora Choque a ECOS. Esta es una de las razones por las que terminan abandonados: sus familias los buscan durante un tiempo largo y no los encuentran, y algunos van a parar al famoso Pacheco.

Benigno, 41 años después

Por un convenio firmado con la carrera de Trabajo Social de la Universidad de Uncía, dos universitarias, aprovechando que son del norte de Potosí, presentaron un proyecto que tenía como objetivo el tratar de ubicar familias de pacientes psiquiátricos en su territorio.

“Pusieron anuncios (en medios de comunicación) y, de unos 12 pacientes publicados con nombres, sin poner que estaban internados, se contactaron (familiares de) tres”, detalla Zamora. Uno de ellos es Benigno, quien está en el Pacheco desde el 16 de octubre de 1975; hace 41 años.

Él se perdió en 1973, cuando tenía solo 16 años. Vivía en Llallagua y nadie sabe cómo pero llegó a La Paz. “Aquí (en el instituto de Sucre) fue ingresado dos años más tarde por una transferencia del Hospital de Clínicas de esa ciudad”, agrega Villagómez.

Una hermana, de nombre Anacleta, y la hija de esta (sobrina de Benigno), sorprendidas se comunicaron desde aquel municipio del norte potosino. Contaron que lo habían buscado denodadamente en Cochabamba y en La Paz y que, después de varios años, lo dieron por muerto. Sus padres fallecieron con la pena de que su hijo hubiera expirado antes que ellos.

Este paciente, que hoy tiene 59 años de edad, padece de esquizofrenia (“F-20.0”, en la jerga del manicomio). Su hermana, de escasos recursos económicos, hizo el esfuerzo de llegar a Sucre y de traerle comida y ropa. Estuvo acompañada de su hija y, según un informe emitido por las jóvenes estudiantes de Trabajo Social, aunque les advirtieron que estuvieran preparadas “para recibir un posible rechazo, ya que es comprensible que no las reconozca a primera vista”, quedaron impactadas al reencontrarse con él y constatar que, efectivamente, Benigno no recordaba nada.

No reconoció a su hermana y menos podría recordar a su sobrina, a la que nunca conoció.

“Al recibir la visita, se pone inquieto y difícilmente se acerca a su hermana que, después de hacer todo lo posible para hablar con él, al fin es aceptada. Entre breves charlas logra mencionar el nombre de su madre, chispa que enciende una esperanza en Anacleta: desde ese momento cree que es su hermano aquel que tiene enfrente... 41 años han pasado, lo creía muerto pero, ahora, lo ha reencontrado…”. Esto se puede leer en el informe de las dos estudiantes de la carrera de Trabajo Social en la Universidad de Uncía.

—Benigno, Benigno, vamos a la casa, allá en Quila Quila, ¿quieres ir?, ¿ya?

—Ya.

Las trabajadoras sociales Zamora y Villagómez cuentan que Benigno y Anacleta se comunicaban en quechua, y que su reencuentro fue emotivo hasta las lágrimas. Un video da fe de ello.

La hermana de este paciente quiere verlo seguido y, a pesar de su salud deteriorada, expresó su predisposición a llevárselo a su tierra.

Los médicos creen que se debe evaluar su reinserción total a la sociedad. En principio, podría viajar con permiso especial.

Epifanio y Casto

Otras dos historias han conmovido especialmente a las profesionales de Trabajo Social en el psiquiátrico. Epifanio llegó el 14 de mayo de 1981; hace 35 años. Él fue diagnosticado con esquizofrenia.

—¿Mi hijo está internado?

—¿Usted es la mamá?

La llamada fue recibida por la trabajadora social Villagómez. Las practicantes universitarias se dirigieron a la casa de la familia de Epifanio, pero no tuvieron éxito. Villagómez dice que, vía telefónica, la madre se mostraba interesada en saber si él estaba en Sucre; luego, le confesó que no podía viajar por falta de dinero. Más adelante, envió una encomienda.

Otro caso es el de Casto (retraso mental grave: “F72”), en el Psiquiátrico desde el 1 de junio de 2004; está allí hace 12 años. Guadalupe Q., quien se presentó como su madre, llamó para preguntar si su hijo estaba vivo. A ella también la visitaron y constataron que vivía en una precariedad extrema. Fue difícil que llegara a Sucre y aún así, dentro de su pobreza, mandó una encomienda.

Cuentan que se soñaba con Casto, que se despedía de él, que lo veía en un caballo blanco. Creía que estaba muerto.

“Hay un común denominador en estos tres casos: las tres familias desconocían el paradero de sus hijos. Llama la atención que, cuando se pierden, no hay una instancia, una red estatal que permita la búsqueda de las personas extraviadas. ¿Cuánta gente estará recluida en alguna institución y los damos por desaparecidos o muertos?”, pregunta Zamora.

Los NN

Hay muchos NN, personas que ingresaron sin nombre conocido y que, por ley, se les tuvo que dar uno. Ahora tienen un nombre que no es el suyo, pero tuvieron que acostumbrar el oído.

Le pasa a Eugenia NN. Su pareja la llevó a un control médico y después desapareció; no volvió nunca más. Ella no habla muy bien y el personal del Psiquiátrico fue a verificar al Registro Civil si estaba inscrita con el nombre que decía tener, pero no. Se quedó como Eugenia NN.

Muchos no tienen su apellido verdadero y entonces, reciben “apellidos convencionales”. Porque son NN.

Los abandonados

Otros son abandonados como animales.

Uno llegó a la puerta del instituto amarrado “como una vaca”, dice la psiquiatra; fue durante una madrugada.

Algunos, antes de llegar aquí, estuvieron encerrados o encadenados. Fueron golpeados con correa. Fueron rechazados, incomprendidos por una familia que no estaba preparada para abrirles los brazos. Fueron despreciados por una sociedad que no está preparada para darles un abrazo.

“Son muy afortunados, en cierto punto, estando acá. Hay muchos que están afuera y no reciben ayuda”, agrega Choque.

Tiene razón. Pero el 75 por ciento de los pacientes del Psiquiátrico de Sucre están abandonados.

La Directora Médica resume que “la vida de los pacientes siempre ha sido institucional. Toda su vida en la institución, no han conocido un hogar, el calor familiar”.

Tanto así que los más antiguos, internos de la Unidad de Geriatría, terminan llamando “mamá”, “papá”, “madrina”, “padrino”, a los médicos o enfermeros.

Zamora dice una gran verdad: “Estando solos, la soledad es durísima. Estando enfermos, la soledad es mucho más dura todavía. No es lo mismo que te atienda un padre, una madre, un hermano o una hermana, que una persona extraña.

¡Cómo se alegran!, ¡cómo se les dibuja una sonrisa cuando reciben una encomienda, una llamada telefónica! ¡Saben que sus familiares en algún momento van a venir! El apoyo familiar es muy importante”.

Sí, irremplazable. •

Causas de abandono

La trabajadora social Silvia Zamora identifica tres clases de abandono: total, familiar y económico. Calcula que el 75 por ciento de los pacientes han sido totalmente abandonados: económica, moral e inclusive socialmente.

El abandono familiar, de acuerdo con la clasificación de esta trabajadora social con muchos años de experiencia en el instituto, es aquel cuya familia paga una pensión en el psiquiátrico, incluso también la medicación, pero no visita al enfermo mental.

El último de los abandonos es el de la familia que acude al manicomio pero, al no contar con recursos económicos, transfiere la responsabilidad de la atención y los medicamentos del paciente al instituto psiquiátrico.

La médica psiquiatra Cinthya Choque refiere a varias causas de abandono: Estigmatización, estereotipo, vergüenza, miedo, rechazo, cansancio (el hecho de no ver mejoría, por ejemplo, en el enfermo de esquizofrenia), el paso del tiempo (cuando fallecen los padres, son muy raros los hermanos que se preocupan de sus congéneres. “Faltan los padres y los hermanos no se hacen cargo”). Y a estos factores se suma el económico: en el área rural, especialmente, se asustan con la idea de sostener a un enfermo mental.

El Pacheco, el seguro y la dificultad de los medicamentos

La directora médica del Instituto Psiquiátrico “Gregorio Pacheco”, Cinthya Choque, explica a ECOS que este lugar ofrece una atención amplia respecto a la que se brinda en los centros de salud mental que se encuentran en La Paz, Cochabamba y Santa Cruz, donde incluso el costo de internación es más elevado. Eso al margen de que “tenemos la ventaja de contar con seguro, gracias a la Ley 475 (de servicios de salud integral), que en estos últimos años ha beneficiado bastante al Psiquiátrico”.

Las personas que tienen alguna discapacidad mental son beneficiarias de este seguro. Si corresponde, reciben atención psiquiátrica, psicológica, fisioterapéutica, neurológica, etc., para luego favorecerse con el tratamiento. “Esto antes no había”, remarca Choque al señalar que “la mayoría de las enfermedades mentales son de por vida (la esquizofrenia y el Alzheimer, por ejemplo, no tienen cura) y su tratamiento es de los más costosos”.

El seguro, aunque significa una gran ayuda, lamentablemente no abarca a todos los medicamentos. Algunas pastillas tienen un costo que oscila entre los 7 y 18 bolivianos cada una. Y hay pacientes que deben tomarlas una, dos, hasta tres por día. A esto se suma el hecho de que no es el único remedio que ingieren por día.

Causas de internación (2016)

49.7% Esquizofrenia

15.7% Consumo de alcohol

12% Trastornos mentales orgánicos

5.2% Retraso mental

4.7% Trastornos del humor (afectivos)

4.2% Trast. neuróticos secundarios a situaciones estresantes y somatomorfos

3.7% Trast. ment. por consumo de sustancias psicotrópicas

3.7% Epilepsia

1% Trast. del comportamiento asociados a disfunciones fisiológicas y a factores somáticos.




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