domingo, 26 de marzo de 2017

Un chuquisaqueño busca el trasplante en Cochabamba

Delgado, pequeño y tímido, así luce Marcelo (nombre que protege su identidad) el adolescente de 14 años que vive hace más de seis con problemas en su riñón.

Al salir de su sesión de hemodiálisis se sube a la pesa para su control y su rostro parece expresar solamente el cansancio que le provoca la diálisis. Su peso es 29 kilos.

Su madre lo espera junto a un plato de arroz con pollo en el pasillo del Centro de Hemodiálisis del Hospital del Niño. Su rutina es así tres veces a la semana desde diciembre, mes en el que llegó de Chuquisaca a Cochabamba para recibir el tratamiento y prepararse para el trasplante de riñón.

A más de 353 kilómetros de su casa en Sucre, Marcelo, junto con su madre, lucha por ganarle la batalla a la enfermedad renal.

Su familia se tuvo que separar, porque en su ciudad no hay cirugías de trasplante de riñón para niños.

Al descubrir que su enfermedad se hizo crónica él y su madre partieron primero a La Paz en busca de la colocación de un catéter en su cuerpo, en mayo del año pasado. Su padre y su hermana menor se tuvieron que quedar en la Ciudad Blanca.

Marcelo tuvo también que dejar la escuela, el segundo de secundaria que cursaba en el colegio San Joaquín de Sucre.

Pero, enfocado en sus estudios el adolescente no se dio por vencido y con la ayuda de sus profesores y compañeros logró vencer el curso mandando sus tareas a distancia. Este año también fue inscrito en el colegio al que espera retornar una vez que le realicen la operación.

Su madre lo acompaña en esa hazaña y ya compró los libros para que estudie y pueda mandar sus tareas mientras recibe el tratamiento en Cochabamba.

“Quiero regresar al colegio”, insiste Marcelo todos los días.

Es que para él ir a la escuela era una actividad a la que le ponía todo su empeño y deseo por aprender. Pese a las dificultades y el deterioro de su salud la gestión pasada fue reconocido con un diploma como el mejor estudiante de su curso. Este año quiere lograr lo mismo.

Pero, primero está su salud dice su madre que no quiere presionarlo mientras pase la etapa del trasplante.

El nefrólogo pediatra del Hospital del Niño Manuel Ascencio Villarroel, Pablo Dávila, indica que todo está listo para que sea sometido a la operación. Estima que tardará un mes como máximo.

La cirugía se realizará en el Centro Médico Quirúrgico Belga. La etapa de los exámenes de compatibilidad ya fue superada.

“Mi corazón de madre me decía que todo iba a estar bien y que podría darle mi riñón a mi hijo y así será. Todo está saliendo como planeamos”.

Por segunda vez su progenitora le volverá a dar la vida donándole su riñón que según el médico tiene dimensiones muy similares a las de Marcelo.

Desde hace seis años que la mujer renunció a su trabajo y su vida profesional por cuidar de su hijo y desde el año pasado que viaja con él en busca del trasplante.

Según Dávila, tanto la donante como el receptor son compatibles e incluso tienen el órgano casi del mismo tamaño, por lo que se espera que Marcelo no vuelva a necesitar de otro órgano en al menos 20 años.

Su madre cuenta que el padre de Marcelo está contento con los avances logrados en el tratamiento y la preparación de la operación. Él y la hermana del joven adolescente vienen a la ciudad al menos una vez al mes para visitarlos. Todos están a la espera de una fecha para la cirugía.

“Estamos felices, mi hijo está mucho mejor, pero tiene momentos en los que también decae”.

DIAGNÓSTICO

Con mucha tristeza, pero con la convicción de que todo saldrá bien, la madre de Marcelo cuenta cómo descubrieron la enfermedad.

Aún no sabe si el problema surgió en el nacimiento o si tiene que ver con algo hereditario, pues no se investigó mucho la afección en su familia.

Cuenta que el niño tenía solamente seis años cuando los problemas renales comenzaron a atacar su salud y el comenzó a decaer y bajar de peso. Pero, lo que más le llamó la atención era la hinchazón de sus ojos. “Yo pensaba que él lloraba, pero ese aspecto se le presentó por la enfermedad”.

Desde ese entonces, él y su madre emprenden un control con la comida y los deportes. El niño no puede hacer la misma actividad que el resto, pese a su fanatismo por el fútbol. Tampoco puede darse el gusto de comer alimentos ricos en grasas o en azúcar.

“Yo he aprendido con mi hijo a cuidarme y ahora medimos cada bocado que nos llevamos a la boca, porque le puede afectar”.

Donación

“Mi corazón de madre me decía que todo iba a estar bien y que podría darle mi riñón a mi hijo y así será, todo está saliendo como planeamos”

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