La familia salió a las 8:00 de su domicilio en el barrio Guapilo, cerca de la tranca a Cotoca, viajó en un micro de la línea 32 Verde que los dejó en el primer anillo, desde donde caminaron cuatro cuadras con los pequeños que se quejaban de dolor de cuerpo.
“Mi esposo aporta a la CNS y no puede ser que nos digan que por día solo puede ser atendida una persona por familia, por casualidad los tres niños están enfermos, pero no pierdo las esperanzas de que por lo menos me los atiendan a los dos menores, de 2 y 5 años”, comentó doña Lola.
Como esta familia, Berman Lizárraga también tenía a su hijo de 12 años en espera para ser atendido en el mismo nosocomio. “Vengo de Guaracal, por suerte llegué temprano y examinaron a mi hijo, pero aún debemos esperar por los otros chequeos de rutina, lo que me está impacientando, creo que el retraso nunca va a cambiar en este seguro médico”, agregó.
Todo un calvario
Rostros que expresan dolor son los que se ven en la sala de emergencia del hospital obrero CNS del tercer anillo, donde los pacientes adultos solo piden a las enfermeras que les den un calmante, mientras le llega el turno para ser atendidos.
Visiblemente dolorida, Nancy Fernández, una profesora de 51 años, siente que se desvanece por el dolor de huesos del que lleva sufriendo una semana. “Si los médicos y las enfermeras pusieran más amor a su trabajo, la gente no se quejaría, pero se ve tanta pachorra que enferma más”, anotó la educadora.
Como ella, María Quiroz (34) llegó del barrio Virgen de Luján y solo le queda llorar y aguantar su dolor de cuerpo hasta que le toque su turno
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