sábado, 26 de octubre de 2013

Con la participación de Fernando Blacutt ‘Narices’ Ayuda solidaria y una sonrisa llegan al Hospital del Niño

Aprender a dar la vida por los demás, entregar todo a los niños que minutos antes están tristes, es la mayor satisfacción que tiene Luis Fernando Blacutt Blanco, más conocido como ‘Narices’, quien se dio cita la jornada de ayer junto a la empresa Cadbury Adams Bolivia para entregar medicinas y presentes a los pacientes del Hospital del Niño.

Reunido con un grupo de jóvenes voluntarios en el auditorio del Hospital del Niño, así encontramos a Narices sentado en una de las gradas, felicitándolos por el corazón solidario que demostraba aquel grupo.

“Es difícil hacer reír a alguien que a veces no tiene esperanza”, decía mientras recordaba el cómo había tomado la decisión de acercase hasta esos corazones puros que tienen el anhelo de volver hasta sus casas para correr y, estudiar como el resto de los niños.

Más de diez años pasó desde que Fernando se dedicó al trabajo de voluntariado desde una fundación denominada “Narices: lucha contra el cáncer infantil”. “Mi mami estuvo enferma de cáncer en el colon que hace metástasis en todo su cuerpo. Antes que ella muriera le dije que iba a ayudar a los niños de la sala de quemados, pero un día me dijo, ayude usted a los niños con cáncer, entonces trabajamos en un proyecto, una fundación”.

Esta vez le tocó participar de voluntario junto a la empresa Cadbury Adams Bolivia S.A., “Lo que hemos hecho es traerles las medicinas que ellos más necesitaban según los doctores, traer un poco alegría con el payaso Narices y un poco de golosina para que puedan comer. Es importante darles alegría en este ambiente que a veces no es lo más alegre que uno pueda querer”, dijo el gerente comercial José Bardelli a tiempo de hacer presente los regalos.

Los pasillos que parecían mostrar el camino hacia las salas de los niños denotaban insipidez, los voluntarios ingresaban a las salas y encontraban a los pequeños, que en muchos casos hasta se los veía pereciendo, unos dormían y otros eran consolados por sus padres y madres del dolor que sentían.

Abrían los ojos grandes algunos al ver a un payaso ingresar por la puerta, se ponían contentos cuando éste les regalaba no solo golosinas de la empresa, sino un momento grato, globos y figuras.

No en todos los casos fue así, hubo salas como de traumatología, donde las niñas y niños ni se atrevían a sonreír, no entendían lo que sucedía a su alrededor, estaban con sondas, y las enfermeras haciendo los respectivos controles.

“Mi hija, de 2 años, tiene cáncer en su cuerpito, todo sucedió cuando una vez se cayó en el campo y se chocó con una piedra, entonces sentía dolor y de ahí se había hecho tumor. Solamente debo venir yo al hospital, pues para mi esposa es complicado venir y entender lo que los médicos piden”, señaló un padre de familia, que prefirió no identificarse.

Así como él muchos familiares están a la espera de que sus hijos puedan tener una solución, para Narices es importante dar una esperanza proyectada en un ser supremo.

“Es difícil, porque te encuentras con niños que en verdad están muy tristes y porque les han dicho que no hay oportunidad, que están a la de Dios, y es verdad Dios hace cosas maravillosas y puede restaurar la salud de cualquier persona”, enfatizó Narices.

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